Rada Hristova había llevado a su bebé Katherina al médico en numerosas ocasiones y había estado preocupada por su hija desde que tenía tan solo tres meses.
Insistía en que su hija parecía tener un dolor constante y no dejaba de llorar, aunque los pediatras le aseguraban que Katherina era simplemente una «bebé sensible».
Rada se sentía la peor mamá del mundo porque no podía calmar a su beba y nadie podía decirle por qué.
El avance se produjo después de que la cuñada de Rada notara algo extraño en el ojo izquierdo de Katherina, había visto un «punto blanco» y recordó haber escuchado anteriormente que esto podría ser un signo de algo serio.
Ambas buscaron en Google y surgió el aterrador diagnóstico de cáncer de ojo. Aunque ninguna de los dos podía volver a ver el punto blanco, Rada se dió cuenta de que el ojo de Katherina se veía opaco en comparación con el otro que era brillante.
Tras esta sospecha, los padres de Katherina la llevaron a Urgencias, donde les remitieron a la Clínica Oftalmológica del Hospital Maidstone. Allí, les confirmaron sus temores: tenía un gran tumor en el ojo, un retinoblastoma, un tipo de cáncer que suele afectar a bebés y niños.
Les derivaron al centro especializado en retinoblastoma del Royal London Hospital, donde le extirparon el ojo izquierdo para evitar que el cáncer se propagase. Entonces, el dolor de Katherina cesó. “Era como si algo hubiera cambiado a mi pequeña. De repente dejó de llorar, empezó a sonreír y dormía como una niña normal. Podías ver que finalmente estaba feliz”, relata su madre.
La niña, que ahora tiene casi dos años, ha desarrollado otros tumores en el otro ojo que se han podido tratar con crioterapia. No obstante, su madre está muy agradecida a su cuñada por haberle detectado el retinoblastoma en el ojo izquierdo a su hija. “Si el cáncer se hubiera dejado por más tiempo, podría haber sido una historia diferente”, expresa.